Manifiesto Post-María

La cultura es mercancía, es comestible y no hemos de dudar que el paladar puertorriqueño se ha atemperado a los gustos del imperio. Esto es conversación recurrente entre videoartistas de diferentes generaciones. Buscamos a fin de cuenta encontrar algo auténtico. Pero, fuera de los paradigmas que suele gobernar ese gusto (que los artistas de profesión trabajan fuertemente en satisfacer para sobrevivir), la gestación cultural (para los artistas de vocación) ya no es acto fútil si no estamos incluidos en el menú que comúnmente se le ofrece al público. Hagamos un nuevo menú.

Para nosotros la cultura se expresa con lo que se tiene: cámaras de baja calidad, programas pirateados, etc. Se aborda lo que se tiene de frente: la manifestación de la realidad, el documental, es la opción natural para el cine independiente puertorriqueño ya que es la mejor forma para entrar en un paradigma de producción que no se detenga por tranques o por falta de cualquier recurso. Ya no es opción la parálisis por sobre análisis, ni caer en trampas de deudas con el fin de obtener los últimos recursos técnicos para crear un ídolo a través de la “palpabilidad” del realismo.

El cine que hago no es pobre, pero sin duda esta empobrecido. Por tales circunstancias opera en contra del fetiche de la imagen, se carga de subversión, de ilegitimidad, de suciedad. Por el otro lado, la imagen de alta resolución es, sin duda, más vivida y estimula a ese misterioso instinto humano de creer en la materialización de lo imposible, de aceptar por un lapso en la magia o en los milagros; de esto está hecho el ídolo. Esto se es evidente cuando escuchamos las comunes anécdotas de como el público salía corriendo de esas primeras proyecciones históricas. La imagen es mercancía fetichizada. Lo que es evidente fuera de estas impresiones es que retrata una época íntimamente asociado a su plástica. En este caso, el fetiche es inmiscuirse en lo cotidiano de un pasado idealizado y al verlo se postulan entrevistas imaginarias y el documental va adquiriendo una pluridirección sin interactividad artificial, solo por innata curiosidad. Vivimos en una era de distracción e híper-sensibilidad. Ahora te propongo un experimento mental, medita en las sinfonías de ciudades, esto antropológicamente demuestra que la tecnología ha debilitado el sentido de comunidad. Ahora la mayoría sumergidos en la institucionalidad de la híper-realidad tratan de confundir y desviar, y como mucho obtienen victorias píricas. Este cine ya que actúa en contra del fetiche de la imagen las mismas producciones están destinadas a vivir en el margen. Su circulación es prohibida o poca, la tienen en la mira de hacerlas desaparecer del imaginario cultural. Se les vigila para sepultarlas en las profundidades de los archivos y en el abandono de pocos views. Es una actitud institucionalizada que se puede desaprender.

Hice Manos (2018) en honor a  una profesora de cine que me hablo de Joris Ivens y su documental sobre la lluvia; en la universidad donde estudiaba telecomunicaciones. Ella se opuso a la proyección de mi primer trabajo documental Pogreso (2006), por razones técnicas en una de esas muestras de cine local.  A pesar de que esto contribuye a mi observación anterior, ella fue quien me habló sobre un documental donde sólo se filmó la lluvia. Solo la idea la consideraba interesantísima, irresistible casi. No he visto la película hasta ahora, pero hice Manos con la idea de esa película. Hay mucho tiempo para gastar en esta época de ausencia laboral. Y en una de esas tardes de desocupación asalariada mucho antes de María, se compartía entre cineastas y escritores, sobre esa actitud anacrónica de nuestros compañeros de vocación y entre otras cosas como la pobreza. “La precariedad se confunde muchas veces con la pobreza ese concepto es inventado por la burguesía” así me ilustraba Pedro Ángel el gran cineasta puertorriqueño. El habla sin temor alguno de la palabra que para muchos es una herida abierta que nunca se sana de la autoestima puertorriqueña.

Ya en Puerto Rico se vivía una prolongada y profunda crisis económica. Los huracanes desvelaron a la isla en toda su “tercermundidad”, completamente a flor de piel. La destrucción de un huracán tiene un aire de justicia y no hablo de que la tormenta no discrimina, sino, es como los árboles podridos por dentro y majestuosos por fuera, caen fácilmente ante las primeras ráfagas. Nos desnuda, nos enfrenta, nos cambia. Antes cuando niño en mi privilegiada seguridad del suburbio puertorriqueño, el huracán producía un aire de excitación burguesa. Pero fuera de las burbujas se aprende a abrir un coco para saciar la sed, a pesar de todas las aventuras que me ha llevado saciar mi sed, sigo estando dentro de una burbuja. Me recuerda de una de las líneas de mi futuro documental: “Quítele los cupones y las ayudas mutuas a las gentes y van a ver como deshierban los patios con los dientes” así el viejo Serrano, un vendedor de lotería y sobreviviente de la masacre de Ponce, describía el mundo que le tocó vivir en el ocaso de su vida. Pero parece que no puedo contener el grito del ego, que hace imperante terminar estas maquinaciones cinematográficas. ¿Como puedo controlarlo? Se propicia con más fuerza la gravitación hacia la culminación de mi proyecto documental, y en este tiempo de crisis voy buscar inconscientemente a Pedro Ángel Rivera. Recuerdo en la videoteca de la universidad donde descubrí la riqueza del cine documental puertorriqueño fue una epifanía saber que el dilema de la identidad era un tema en el cine puertorriqueño, la sed hacia la descolonización destilado en el arte del cine documental.

Ese dilema colonial puertorriqueño es universo por sí solo, y su estética está llena de una cierta belleza incoherente, casi como una pintura de Basquiat, y es similar también su hipnotismo. Allí los objetos y las personas parecen insufribles fragmentos esparcidos en esa curiosa armonía del caos isleño. Es casi irresistible, de ahí reside lo que llamamos su encanto. La experiencia no se torna en un empoderamiento sino a una eterna interpretación, perpetuados a una niñez colectiva, todos atónitos con la existencia clavada este sempiterno naufragio estructural que yo llamo parte de esas pinturas del artista, algo de las palabras, que a muchos le llaman en últimas instancias lo gubernamental. Esta confusa idea se aprecia bien clara y sin explicación en fotografías de Pedro Ángel, como las que comparto a continuación:

“Es una categoría para negar la lucha de clase, para negar la explotación, de hecho, para justificar y mantener la desigualdad” continuaba la clase de afinidad política de Pedro Ángel que yo aprovechaba según mis aptitudes, a pesar de muchas veces estar en un arrebato. Ahora se consume el cliché. Escuchándolo me distraigo y medito en estrategias de como transmitir para reconfigurar en los puertorriqueños una identidad nueva. Por ejemplo: ¿Cómo explicar que Toussaint Louverture fue nuestro primer gran prócer? La tesis es que el primer paso para la libertad es ser libre. Poner la libertad al margen hacer un criadero de libertad. Es curioso que el aeropuerto de Haití se llame Toussaint Louverture el libertador y en Puerto Rico se le dé homenaje a nuestro verdugo: Luis Muñoz Marín.

Es fácil para nosotros estar descontextualizados de nuestro natural entorno. Los textos de historia que ofrece el sistema de educación pública ofrecen la historia como una experiencia foránea. Y para la mayoría su historia es estar en contacto con fragmentos de información que fácilmente se pierden en la memoria porque no hay un sentido unificador, una globalidad del fenómeno que llamamos puertorriqueño.

No hay cohesión social y al estar el colectivo en cierta manera fracturado la voluntad del pueblo se disipa y cada uno escapa en su propia ruta, dividiéndonos en refugios ideológicos. Las cómplices instituciones se alimentan de esto, ya que con su únicas, ya centenarias, estrategias (infructíferas reformas a la colonia) perpetúan el limbo y la amnesia se prolonga entre generaciones presentes y esto cala también en las pasadas. ¿Dónde está la verdad en todo esto? Hay que hacer una línea sincera de nuestra complicada historiografía. Con una actitud de frente ante las desfiguradas fisuras del pasado. Por ejemplo, tomo la oportunidad a promocionar mi próximo documental Poperty, la narración a continuación:

El gobernador Luis Muñoz Marín envió un telegrama para que se descontinuaran los informes obligatorios que tenían que hacer de acuerdo a Art. 73 de la carta de las ONU, a todos los países con dependencias (colonias). Lo curioso fue que durante el mismo día que se aprueba la resolución 748 (vii) que tiene como título: “CESSATION OF THE TRANSMISSION OF INFORMATION UNDER ARTICLE 73 OF THE CHARTER IN RESPECT OF PUERTO RICO”, convenientemente, por la noche se aprueba la 742 (Viii) que son los factores para decidir si un territorio ha alcanzado la plenitud de gobierno propio. Si se hubiera alterado el orden de estas resoluciones hubiese sido imposible que en primera hubiese sido aprobada. Así nuestra historia está plagada de oportunismos jurídicos, políticas, económicas. Ellos tienen un propósito bien claro de mantener intactas las dinámicas de desigualdad.

“El concepto que tenemos que ver es el empobrecimiento, la desposesión. Es pobre el que no tiene. Pero todo ser humano tiene. El concepto que tenemos que ver es el empobrecimiento, los desposeídos.”, así terminaba Pedro Ángel mientras discutíamos otros menesteres. Ya se puede observar que esa conversación dejó una duradera impresión. ¿Sera que mi función como creador es evidenciar esa exclusión para avivar la discusión mientras me manejo desde el margen? Con la tentación y la amenaza de que todo es implícitamente fugaz, temporero. ¿Estaré obligado que el vocabulario de mi arte se represente a través del deterioro, lo efímero, la exploración de las obsolescencias (objetos o personas)? Rodeado por una existencia que está programada a desintegrarse en cualquier momento, amenazados por instantánea negación del ser por cualquier capricho imperialista. Hombre nuevo renace en el margen. Con fe que el margen se convierta en norma. Aun así, cuando parezca que “the game is rigged” todo ser humano tiene agencia, así dice Pedro Ángel, “jugársela fría”. Uno tiene que hacer y “bregar” con las herramientas que se tenga. Lo que nos salva es el reconocimiento que tenemos agencia, para ser libres.

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