Nota: A 5 meses de realizar esta reseña, La otra intención fue escogida por la Asociación de Documentalistas de Puerto Rico para formar parte de la 4ta muestra de cine documental Latinoamoérica en Nosotros y será proyectada el sábado 5 de septiembre de 2015 a las 8:00PM en el Teatro Victoria Espinoza.
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-disolver/interpretar
El documental sobre artistas siempre presenta una proposición complicada. Por un lado, se puede caer fácilmente en la hagiografía, en meramente repetir las loas externas que «justificarían» la producción. También se podría convertir en una máquina de datos fríos, en un elemento más del sistema de la pedagogía bancaria. Pienso en alguno de esos vídeos que de vez en cuando proyectaban en la escuela, cuyo único propósito era «ayudarnos» a memorizar las fechas y títulos que vendrían en el próximo examen. Esta aversión a elaborar una perspectiva original estanca las posibilidades del documental como intención en si misma, transformándolo en un constructo audiovisual cuyo único valor se encuentra en la información expuesta y no en la consideración de un contenido propio.
Sin embargo, sí existen documentales sobre el arte que funcionan como análisis, apropiación y hasta subjetivación del artista escogido. Un ejemplo reciente es el cortometraje La otra intención (2014) de Vilma Liella, donde exploramos la obra de la artista puertorriqueña Myrna Báez. Desde una serie de perspectivas e interacciones con la sujeto central, el documental funciona como puente para que el espectador continúe elaborándolo por su cuenta. Es sobre todo acertado en proveernos lo suficiente para sugerir la importancia de la artista, evitando atragantarnos con una visión oficialista de su arte.
Comenzamos con el desarrollo de unos tableaux audiovisuales que re-intrepretan la naturaleza de Gurabo, pueblo que Báez ha representado en varios de sus cuadros. A base de sobre-imposiciones y disolvencias, esta secuencia resalta el poder de la transición. Hay una difusión del material que sostiene cierta distancia concienzuda. Nunca vemos un insert directo de algún cuadro, de hecho casi ni vemos los cuadros originales, sino que siempre se nos exponen en correlación a un otro-observador. La pintura que observamos más de cerca está colgada en la sala de una casa y, a modo de un paneo vertical, se hacen acercamientos de algunos detalles. Sin embargo, durante el único momento donde vemos la totalidad de esa pintura el encuadre de la cámara se aleja, de manera que mantiene visibles los objetos que esa pintura tiene a su alrededor inmediato; subrayando la dimensión física de la pieza.
Esto me pareció muy efectivo porque sugiere el valor intrínseco de la interpretación, gesto que podemos extrapolar a la función de La otra intención como película en si misma. En otras palabras, siento que se refleja el hecho de que el cine documental sólo puede ser una aproximación de lo capturado y nunca un facsímil total. Reconocer las implicaciones fenomenológicas de esa cualidad, tanto de parte de los cineastas como de parte de los espectadores, es esencial para disfrutar y/o intelectualmente entrelazarse con cualquier documental determinado.
Cabe notar que la introducción es acompañada por varias voces que se hilvanan hacia una apreciación crítica sobre la obra de Báez. Es tal vez la secuencia con mayor cantidad de datos, estableciendo así el contexto para los que no estén familiarizados con la artista. La yuxtaposición del comentario, los cuadros y las imágenes originales del documental (los ya mencionados tableaux) nos prepara para lo que sería la sección más extensa de la película, que es la intervención de varios artistas que actualmente se inspiran en la obra de Báez.
Nos adentramos en la celebración de la pasada edición de la Campechada, la cual fue dedicada a Baéz, y observamos parte del proceso de los artistas invitados. Entre otros, vemos como Deborah Hunt, Gustavo Castrodad, Petra Bravo e Y no había luz se encuentran preparando sus respectivas piezas. Es interesante ver la diversidad de medios utilizados, lo que propone una necesaria multiplicidad de lecturas ante la homenajeada. Ahora, hay algo que todos comparten y esto es la intención del performance, la idea de crear en servicio de una presentación a la vez efímera y planificada. Son cosas muy del momento, pensadas sin duda en el evento en sí de la Campechada, que sabiamente sólo accedemos desde su etapa de ensayos y no durante su presentación ante un público.
Claro está, esto también ocurre por razones prácticas pues, según tengo entendido, La otra intención fue rodada para proyectarse durante el mismo evento. De todas formas, lo que pudiera haber sido una limitación del proceso de producción termina siendo uno de los elementos claves en el éxito de la película. Al ser un documental sobre el efecto de Báez (sobre como los otros la entienden y no sobre como ella se auto-concibe), la estética se manifiesta como una sugestión in media res. Por tanto, esa evocación del incompleto resulta ser muy oportuna.
Ya acercándonos a la conclusión, la otra figura que andaba interpretando a Báez desde el principio del documental va cobrando fuerza. Es una mujer, que intuimos es o por lo menos representa a la propia directora, cuya presencia se ve entre las sombras. Siempre en algún recoveco ofuscado en la pantalla, sea detrás de una puerta o en el trasfondo de alguna de las imágenes en transición (como mencioné al principio, el montaje depende más de las disolvencias que del corte directo), esta mujer parece representar algo que dijera Deborah Hunt durante su intervención. Específicamente, lo interpreto como una referencia el sentido de lo ominoso en la pictografía de Báez, al hecho de que se suele evocar la sensación de que sus cuadros ocurren en un momento entre la paz y la violencia.
Desde ahí hasta nosotros, desde Báez hasta Liella. El campo de reverberaciones entre cineasta, documento y película se hace cada vez más palpable. Tal vez está más claro en una cita de Báez que se nos presenta al final, en la génesis del título que simultáneamente funge como explicación de su propósito. Pero me estoy adelantando. Hay que ver para leer y la cita se revelará después del brinco.
Por lo pronto, y esto es lo único que la reseña verdaderamente me permite, reconozco que cada espectador propone y dispone de la interpretación. Es fácil y complejo. Vis a vis, como el efecto de extrañamiento sensibilizado que nos provoca la tensión entre creación artística y representación cinemática. Eso es lo más interesante de La otra intención, su valorización de la diferencia. Entonces es que trasciende su función documental.
En cuanto Liella logró que su película sea más que una mera grabadora, ésta se convierte en un objeto de arte propio.
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